Texto e instalación de Nancy Pavic
Comunicación y Significados
La “mano invisible”, la
fuerza que nos lleva a aceptar como verdades incuestionables los mandatos de lo
que se usa y de lo que no se usa; lo que se debe guardar y lo que se debe
tirar; cómo se debe crear y que se debe destruir. Esa “mano”, la moda, es un
fenómeno del mundo occidental que aglutina y nos masifica con la promesa de la
distinción, de alcanzar el glamour de las clases dominantes y nos hace aceptables para el grupo social con
el cual interactuamos.
Esta “dictadura” cultural,
nos limita y nos conduce, inconscientemente y en todo momento. Nos transforma
en instrumentos de consumo, de fanáticos de la novedad e inexorable descarte de
las mismas, apenas son superadas por otras novedades. La moda necesita un medio
para que se pueda propagar, la comunicación de conceptos estereotipados y la
representación física del ansia de pertenecer a una realidad recreada de la
virtualización de la utilidad.
La influencia de las
representaciones mediáticas de las interpretaciones de la realidad, se presenta
como un proceso irresistible del mundo postmoderno. Braudrillard (1983) llega
tan lejos como para postular que vivimos en una “hiper-realidad” en donde lo
real y lo simulado se confunden, de modo que las imágenes son indistinguibles
de la realidad y de hecho se vuelven “más reales que lo real”. El individuo de
la postmodernidad es representado como víctima impotente de una “alucinación de
la realidad”. La condición postmoderna de la vida diaria ha llevado a una
sobrecarga simbólica, ya que el individuo es bombardeado con “significados
flotantes” y no es capaz de resistir el poder de los medio masivos de
comunicación. En este sentido, como el destinatario del mensaje no está en
condiciones de controlar la exactitud de la representación de la realidad
social sobre la base de algún estándar al margen de la de los medios, la imagen
que el destinatario se forma de la realidad puede ser una imagen distorsionada,
estereotipada o manipulada. El poder de los medios llega a tal extremo que
presentan y definen una realidad en la cual el observador se encuentra propenso
a aceptar, para no sufrir el castigo de la exclusión.
En contraste, con esta
perspectiva postmoderna sobre el poder ilimitado de la persuasión a través de
la imaginería de los medios, más de cuatro siglos antes, Maquiavelo fue el
primer teórico de la comunicación que identificó los efectos compensatorios de
la experiencia vivida. En “El Principe”, Maquiavelo deja en claro que él
observa una separación entre la experiencia mediatizada y la experiencia
vivida: “Los hombres son por lo general incrédulos, nunca confían normalmente
en cosas nuevas a menos que las halla comprobado con la experiencia” y “es
fácil persuadirlos de algo, pero es difícil confirmarlos en esa persuasión”. La
experiencia vivida comprende las actividades prácticas y los encuentros cara a
cara en nuestras vidas diarias, las cuales se sitúan inmediata y en gran medida
no reflexivamente, en aquellos que creemos llamar “realidad”.
La experiencia vivida
constituye una inmersión continua en los eventos y las acciones a lo largo de
un camino en el tiempo. Este aspecto histórico de la experiencia vivida es una
acumulación en la cual toda la vida pasada y las situaciones corrientes
necesitan constantemente integrarse, lo cual es un proceso en gran medida
no-consiente. Por ello, es que la moda, al no ser una experiencia que uno pueda
vivirla inmediatamente, debido a la rapidez de los cambios en las tendencias, y
que el ser humano en principio desconfía de las cosas nuevas, es que requiere
de un “vehículo” de experiencia que está dado por la presencia imprescindible
de modelos y famosos que se visten “a la moda” mostrando a los espectadores “la
moda” que ellos están experimentando ahora, transmitiendo el mensaje de que así
es la moda actual. Este recurso se refuerza a través del marketing y de los
actos “fashion” como ser desfiles, programas especiales sobre moda, actos de la
farándula, etc. Allá donde hubiese un medio de comunicación, se enlaza una
tendencia de la moda con la fascinación del espectador. El espectador es
seducido y termina por aceptar la experiencia ajena como propia, se vuelve
crédulo de una realidad que no le es propia y se persuade inocentemente de la
validez de los nuevos significados casi sin ningún cuestionamiento racional. La
moda sin los modelos y los rituales de pasarelas y publicidad, no encontraría
el medio de inducir a su aceptación y consumo.
Debe distinguirse de la
experiencia mediatizada, dos elementos: 1) qué es el resultado de la cultura de
comunicación de masas y del consumo de sus productos y; 2) qué comprende la
capacidad para experimentar hechos que encuentran distantes espacial y
temporalmente del contexto práctico de la vida diaria. Maquiavelo realizó esta
distinción mucho antes de nuestra era cuando sugirió que: “los hombre en
general juzgan por sus ojos más que por sus manos, ya que todos se encuentran
en posición de mirar, pocos en posición de acercarse a ti (Príncipe). Todo ven
lo que pareces ser, pocos experimentan lo que realmente eres”.
Ciertamente, existe
considerable experiencia empírica de que las actitudes formadas a través de la
experiencia directa son más fuertes, más accesibles, más confiables y más
predecibles del comportamiento que aquellas derivadas de la experiencia
mediatizada a través de la publicidad o de los medios de comunicación. Pero los
consumidores cambian la experiencia real, por una experiencia ideal.
Los consumidores tienden a
consumir los productos menos por sus utilidades materiales, que por consumir el
significado simbólico de aquellos productos como lo representan sus imágenes, “los
productos se convierten de hecho en símbolos de productos” (Baudrillar 1983).
El consumidor real se convierte en un consumidor de ilusiones, compran imágenes
no cosas, en donde la moda opera en forma excelente. No importa lo que uno
vista, si ello está “a la moda”, es más importante su valor simbólico de
status, clase o pertenencia a la sociedad que el valor utilitario que un
conjunto de prendas puede representar.
Las funciones de los
significados simbólicos de los productos operan en dos direcciones: hacia
fuera, construyendo el mundo social y hacia adentro construyendo nuestra propia
identidad. La transferencia de significado simbólico entre una cosa y las
personas tiene como medio de transferencia el ritual. Las personas utilizan el
ritual en parte para crear o confirmar el significado compartido socialmente.
Los rituales sociales involucran la valorización de significados compartidos,
pero también estamos comprometidos en rituales individuales que nos permiten
desarrollar significados no reducibles al lenguaje y que permanecerán inciertos
hasta ser expresados y validados en una situación social. A través de este
proceso el individuo crea significados por medio de la actuación repetitiva, y validándolos socialmente,
descarta aquellos que sean rechazados y se queda con los que sean socialmente
aceptables.
Los efectos sociales del
ritual han sido explorados en el área de los medios de comunicación, donde las
ceremonias televisadas pueden ser vistas como una forma de “religión civil”, la
cual esta cargada de una ambigüedad que requiere una resolución por parte de la
audiencia. La aceptación y ejecución del ritual no requiere una total
comprensión, y la televisión ofrece sólo explicaciones parciales, a menudo solo
“sugiriendo una actitud hacia los eventos más que explicando en detalle sus
significados”. El lugar de recepción, el hogar privado, no es más un dominio
separado de la arena pública, ya que los espacios públicos invaden el hogar. En
las ceremonias rituales tradicionales los participantes validan a la misma con
su presencia; de un modo similar los eventos mediáticos a través de la
experiencia compartida del público son validados y legitimados por el televidente
activo. Quienes siguen la moda, validan con su presencia la experiencia social
compartida y la aceptación de nuevos
significados.
La imagen da un excelente
ejemplo del ritual mediatizado a través de la televisión, que tiene el poder de
conducirnos hacia el ”pensamiento de imagen”, el cual enturbia los contornos de
la realidad. Nuestra habilidad para distinguir entre el conocimiento y la
ignorancia se encuentra desplazada por una multiplicación de imágenes,
particularmente las de la publicidad y la moda, que contribuyen a un
“enturbiamiento de significados” y a una disminución de nuestro poder sobre el
mundo.
La biología de la moda
Toda sociedad (como todo ser
vivo) instaura, crea su propio mundo en el ella está incluida. Lo mismo que en
el caso del ser vivo, es la “organización” propia de la sociedad lo que define
aquello que, para la sociedad considerada, es “información”, lo que considera
como “ruido” y también lo que considera como “nada”. También define la
“pertinencia”, “valor” y “sentido” de la información y como el proceso de
elaboración de la información debe funcionar y la forma de responder a esa
información. En suma, es la institución de la sociedad lo que determina aquello
que es “real” y aquello que no lo es, lo que tiene un sentido y lo que carece
de sentido. Sería superficial e insuficiente decir que toda sociedad contiene
un sistema de interpretación del mundo. Toda sociedad es un sistema de
interpretación del mundo y aún aquí el término interpretación resulta
superficial e impropio. Toda sociedad es una construcción, una constitución,
creación de su propio mundo. Su propia identidad no es otra cosa que ese
sistema de interpretación, ese mundo que ella crea. Y esa es la razón por la
cual (como ocurre en cada individuo) la sociedad percibe como un peligro mortal
todo ataque contra ese sistema de interpretación; lo percibe como un ataque
contra su identidad, contra sí mismo.
En este sentido, el
“si-mismo” de una sociedad, el hecho de que ella es esta sociedad y no
cualquier otra puede compararse con la autonomía del ser vivo que resiste a los
cambios del medio para no perder su individualidad o fusionarse con el medio lo
cual implicaría su extinción. En este sentido, la sociedad resistirá cualquier
cambio en su paradigma el cual representa los conocimientos, valores,
costumbres y creencias de la sociedad en un momento dado. La sociedad asume que
todos sus miembros viven dentro de ese paradigma y que cualquier amenaza a él
debe ser erradicada. Sin embargo, los cambios de paradigma son inevitables, ya
que la sociedad es una entidad en permanente evolución y ello implica la
incorporación de nuevos conocimientos, valores, costumbres y creencias que se
edifican sobre los viejos conocimientos, valores, costumbres y creencias. Ello
es así hasta que el cambio de paradigma se produce y en ese momento se está en
presencia de una revolución en la sociedad que asume un nuevo paradigma
abandonando el anterior. En este momento la sociedad habría perdido la batalla
en la cual estaba implicada que era la defensa del anterior paradigma, pero
comienza una nueva que es la defensa del nuevo paradigma y así en continuo.
Quienes enfrentan el paradigma dominante podrían ser considerados como no
pertenecientes a la sociedad.
También hay diferencias entre
la sociedad y su correlación con los seres vivos:
1) La fijación de los “caracteres” de una sociedad no posee base
física que garantice la conservación de dichos caracteres y su transmisión a
través del tiempo; aquí no existe el equivalente a un código genético que
transmita las características biológicas de una generación a otra;
2) Para la sociedad no hay, en un sentido propio “ruidos”, todo
cuanto aparece, todo cuanto sobreviene a una sociedad, debe significar algo
para ella o bien ser declarado explícitamente carente de sentido;
3) Por más que, en el ser vivo, parezca haber una redundancia de
los procesos que elaboran la información, en el caso de la sociedad esta
fabricación y elaboración de la información se presenta como virtualmente
ilimitadas y van mucho más allá de la caracterización de “funcional”;
4) La finalidad parece una categoría inevitable, tanto en el caso
del ser vivo como en el caso de la sociedad. Pero se puede afirmar que los
procesos que se desarrollan en el ser vivo están gobernados por la finalidad de
su conservación, que ella misma está gobernada por la finalidad de la
conservación de la biósfera, del bio-sistema como todo. En el caso de la
sociedad, por más que la mayor parte de las finalidades que observamos en ella
están evidentemente gobernadas por una especie de principio de conservación,
esa conservación es en definitiva conservación de atributos arbitrarios y
específicos de cada sociedad: sus significaciones imaginarias sociales, su
propio paradigma;
5) Existe un elemento correlativo físico a todo lo que es un ser
vivo. No ocurre en modo alguno lo mismo en el caso de la sociedad que crea en
gran escala y masivamente seres sin elemento correlativo físico: espíritus,
dioses, virtudes, pecados, “derechos del hombre”, etc, y para la cual este tipo
de ser es siempre de un orden más elevado que el ser puramente físico.
El ser vivo organiza para sí
una parte o estrato del mundo físico y la reconstruye para formar su propio
mundo. No puede transgredir ni ignorar leyes físicas, pero el ser vivo pone
nuevas leyes, sus leyes. Hasta cierto punto, la situación es la misma en el
caso de la sociedad. Las operaciones “lógicas y físicas” están siempre sujetas
a significaciones imaginarias que son arbitrarias y radicalmente diferentes en
las diferentes sociedades, ello nos ofrece una parte esencial de nuestra
comprensión de dicha organización. Ahora, en relación a la moda y la sociedad,
es conveniente preguntarse ¿Cuál es el papel que cumple la moda como referencia
de pertenencia social? ¿Qué tan importante es la moda en la escala de valores
sociales?
Siguiendo con las
comparaciones observamos que la moda está integrada al sistema de
representación de mundo que le otorgamos a la sociedad hasta el punto de
convertirse en los principios organizativos de la vida colectiva moderna. Pero
el concepto de moda, concepto imaginario sin una correlación física, parece
tener su propia lógica y dinámica, y similar a las características
diferenciales entre los seres vivos y la sociedad, parece la moda gozar de una
autonomía propia como expresara en sí mismo un paradigma propio que se cambia
constantemente.
La moda marca las
características que debe tener un individuo para ser considerado “socialmente
adaptado” y de esta forma, el individuo es socializado “a la fuerza”, porque el
individuo necesita pertenecer a un orden social. El problema de la moda en este
caso, es que la socialización no se asume por el deseo de compartir valores
arraigados profundamente en la sociedad en su conjunto, sino que la moda se
recrea a partir de tendencias o gustos que son emanados de un grupo muy
reducido de la sociedad, ya sea a través de personajes públicos que gozan de la
admiración y respeto de la sociedad o por las prácticas de frivolidad de un
subgrupo de ella que detenta poder y que tienen acceso a los medios. La moda se
impone como algo que hay que magnificar, describir, exhibir, algo sobre lo que
hay que filosofar; tanto y quizás aún más que el sexo, se convierte en una
prolífica máquina de producción de texto e imagen. En la era de la información
se traduce a la moda como una inversión de los temas relativos a la apariencia,
un interés sin precedente por las novedades y la gloria de las gentes de la
moda y sobre todo de los grandes modistos. A la multiplicación de los discursos
de moda corresponde una aceleración y una proliferación del vocabulario “a la
moda”, redoblando el culto moderno de lo efímero. Nuestra época ha otorgado
rango a las frivolidades y ha elevado a la moda y a los aspectos subalternos de
la misma al rango de arte sublime.
Si la gente de la moda
consiguieron ser reconocidas como artistas geniales es porque apareció una
nueva sensibilidad respecto a lo superfluo, nuevas aspiraciones que valoraban
de forma inédita hechos hasta entonces indignos de ser tenidos en cuenta. Sin
duda, desde el Renacimiento la moda disfrutaba de cierta consideración como
símbolo de excelencia social y de vida cortesana pero en absoluto hasta el
punto de merecer ser exaltada y ser descripta en sus menores detalles.
Ahora considerando las cinco
diferencias entre seres vivos y sociedad, mencionadas antes, podemos observar
las semejanzas entre la sociedad y la moda para verificar que ella tiene una
dinámica propia pero integrada a la sociedad:
1) La moda transmite sus características a todos sus miembros y no
se basa para ello del ADN como en los seres vivos o los valores culturales como
lo es en la sociedad, utiliza la información, los medios y personajes clave que
muestran las particularidades de lo que significa estar “a la moda”.
2) Todo cuanto llega a un marco conceptual de lo que se cree es “a
la moda” puede pertenecer o no a ella si se comparan los individuos entre sí y
el marco que sirve de referencia a la moda. No estar a la moda, no implica que
carece de sentido, sino por el contrario, puede significar la exclusión social
de un individuo o la perdida de su “status”.
3) La moda, en permanente cambio, genera cantidades grandes de
información, lo que produce la saturación de los individuos que pretenden estar
a la moda. Este exceso de información satura a las personas que deben reducir y
simplificar los mensajes, al exilio y confusión del pensamiento, a no desafiar
los dictados de la moda si pretenden adaptarse a un marco conceptual
socialmente aceptable, y que por ello es posible que se acepten patrones de moda
ciertamente ridículos y grotescos. Se puede fácilmente caer en el mal gusto,
aunque “a la moda”. Vale la salvedad que la moda presenta un carácter
utilitarista y efímero en cuanto a cumplir una función de socialización de los
individuos para cumplir su necesidad de pertenencia a un rango o clase;
4) La moda también tiene como finalidad su propia existencia y la
de quienes la promueven. A pesar de su carácter efímero, la moda está en
permanente flujo de cambio, construyéndose y destruyéndose, naciendo y muriendo
sin pasar por ninguna etapa intermedia. El culto por lo novedoso, mantiene a la
moda en permanente movimiento de creación y descarte;
5) En sí la moda es un concepto, un ideal, un deseo de pertenecer
que no tiene en sí mismo un correlato físico, pero ese concepto encierra la
necesidad de encontrar un vínculo con el mundo físico que le sirva de cuerpo
para poder propagar su idea, su ejemplo. Es así como la moda siendo una entidad
virtual y aparente, requiere una persona real que sea reconocida por la
sociedad, para imponerse y desatar el “hambre” de la imitación y la apariencia.
Conclusión
Dominada por la lógica de la
teatralidad, la moda constituye un sistema inseparable del exceso, la desmesura
y lo raro. El destino de la moda es ser inexorablemente arrastrada a una
escalada de sobrecargas de exageraciones de volúmenes, de amplificación de la
forma, ignorando el ridículo.
La moda no solamente ha
permitido mostrar una pertenencia de rango, de clase, de nación, ha sido además
un vector de individualización narcisista, un instrumento de liberación del
culto estético del YO en el seno mismo de una era aristocrática. Primer gran
dispositivo de producción social y regular de la personalidad aparente, la moda
ha estetizado e individualizado la vanidad humana, a conseguido hacer de lo
superficial un instrumento de salvación, una finalidad de existencia.
La moda se halla al mando de
nuestras sociedades; en menos de medio siglo la seducción y lo efímero han
llegado a convertirse en los principios organizativos de la vida colectiva
moderna, vivimos en sociedades dominadas por la frivolidad.
Y la moda, encuentra en los
medios masivos de comunicación el instrumento de su propagación, de su
exhibición y ejemplo. Sin ellos, la moda no alcanzaría los niveles de
aceptación y cotidianeidad que ostenta y que regula nuestras decisiones y
gustos. La moda representa el consumo y la velocidad, las creencias
insustanciosas y cambiantes, el vacío del pensamiento y del descarte
permanente. La moda no tiene vocación de perpetuidad, se nutre de las artes y
las torna en elementos utilitaristas de corta vida. La moda, desprovista del
espíritu del artista se torna un objeto simbólico, en una representación de
status y clase.
Como artista siento en el corazón
una reunión consiente de la realidad interior con la realidad del mundo o de la
naturaleza; o en último caso, una unión de cuerpo y alma, materia y espíritu.
Son estas reflexiones las que utilicé para orientar las características de mi
obra.
Como todo creador, el artista
conoce antes de la obra el ensueño meditativo, el ensueño que medita sobre la
naturaleza de las cosas. En efecto, el artista vive demasiado cerca la
revelación del mundo mediante la luz para no participar en cuerpo y alma en el
nacimiento sin cesar renovado de un universo. Para un artista que medite sobre
el poder de su arte, el color es una fuerza que crea. Sabe bien que el color
actúa sobre la materia, que es una verdadera actividad de la materia, que el
color vive de un constante intercambio de fuerzas entre la materia y la luz. Así,
por la fatalidad de los sueños primitivos, el artista renueva los grandes
sueños cósmicos que unen al hombre a los elementos: al fuego, al agua, al aire,
a la prodigiosa materialidad de sustancias terrestres. Por eso el color tiene
una profundidad, una densidad, que se desarrolla a la vez en una dimensión de
intimidad y en una dimensión de exuberancia. Durante su trabajo, el artista
maneja sin cesar sueños situados entre la materia y la luz, sueños de alquimista
en que se suscitan sustancias, aumentan luminosidades, retiene tonos demasiado
brillantes, determina contrastes en que siempre pueden descubrir luchas de
elementos.
“El color es en general un
medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla.
El ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El
artista es la mano que mediante una tecla determinada hace vibrar el alma
humana”. Wassily Kandinsky.
Una obra de arte tiene que
contar algo que no aparece en su forma visible. La diferencia con la moda, es
todo lo contrario, la exhibición explícita es funcional a la moda, ya que está
determinada por la necesidad de identificación con lo socialmente aceptado, el
culto por lo fashion.
La obra de arte consta de dos
elementos: el interno y el externo. El elemento interno, tomado
individualmente, es la emoción que siente el alma del artista. Esa emoción
tiene la capacidad de provocar una emoción paralela en el alma del espectador.
Generalmente, mientras que el alma permanezca unida al cuerpo, sólo se podrán
captar las vibraciones por intermedio de la sensación, por lo tanto la
sensación es un puente de lo inmaterial a lo material (artista), y de lo
material a lo inmaterial (espectador). Emoción-sensación-obra-sensación-emoción
es el proceso de comunicación del artista, en donde la obra es el medio para
llegar al espectador y comunicar la emoción del artista.
La moda, con su velocidad de
cambio y ansia de consumo, nunca termina de captar la emoción del creador de un
diseño. Este se hace para el consumo y no tiene por objeto servir de puente
entre el espíritu del creador y el espíritu de quien usa la moda. El fin es
utilitarista y lo que la moda representa, aún con su profusión de colores,
formas y texturas es lo que el que la usa desea de esa moda, ser reconocido
como parte de una sociedad, su sociedad con la cual se identifica. Además la
moda lleva implícita el carácter de seducción, ello es la necesidad de la
persona que la usa de ser aceptada por las otras personas (que están a la moda)
y de llamar la atención, de modo similar a las aves que portan plumas vistosas
o animales que cambian sus pelajes en la época de apareamiento.
El espíritu del hombre
moderno está oprimido por una angustia material y por ello me gusta poner de
manifiesto lo espiritual mediante formas, colores y texturas a través de mi
obra y que esta pudiera darle un estímulo al espectador, una impresión
espiritual proveniente de mi propio ser. Así, es como pretendo que a partir de
los rezagos de la moda, del descarte frecuente, adueñarme de esas sobras y
plasmarlas en una obra perenne que me sirva de medio para expresarme y
comunicarme con el espectador y abrirle los ojos sobre el ritual de la moda,
que siempre lo ejecuta en forma consciente o inconsciente, de mostrarle el
eterno ciclo de la creación y el descarte que la moda impone sobre todos los
individuos.
Con este pequeño texto no
pretendo propagar una forma especial y concreta del arte, sino que mi meta es
mostrar, mediante las diversas formas y técnicas, como mi deseo interior como
artista se expresa de modo múltiple.
Es allí, donde la búsqueda de
mi obra y síntesis, está dirigida. Es allí donde pienso aprovecharme de lo que la
moda descarta para darle una entidad de obra de arte. Es en este proceso en
donde desarrollo el vínculo de comunicación que se puede establecer entre el
artista y su obra y entre el espectador y la obra del artista. Los colores,
texturas, telas, luces y formas son los bastidores, oleos y acrílicos con los
que compongo la obra, poblándola de las sutilezas tan propias de la moda.
Nancy Andrea Pavic
2012
Bibliografía:
Eco, Humberto. “Obra
Abierta”.
Elliot Richard. “Maquiavelo
en los límites de la maleabilidad de la conciencia”.
Gadamer Hans-George. “La
actualidad de lo bello”.
Hans Wingler. “La Bauhaus ”.
Jung Carl. “El hombre y sus
símbolos”
Kandinsky Wassilly. “De lo
espiritual en el arte”.
Lipovstsky Gilles. “El
imperio de lo efímero” y “La era del vacío”.
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