jueves, 9 de agosto de 2018

El arte sucede en el cerebro

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Autores
Nancy Andrea Pavic, Universidad Nacional del Arte. nancypavic@yahoo.com.ar
Gustavo Masutti Llach, Universidad Nacional de Quilmes. ganessus@gmail.com



Artículo presentado al II Congreso Internacional de Arte "Revueltas del Arte". 
Buenos Aires - Argentina. 
Centro Cultural San Martín. Octubre de 2017.

Palabras clave: Neuroestética, apreciación artística, neurociencias, canon

Resumen:
Existe una relación entre la apreciación artística y las neurociencias. La primera puede definirse como el estudio de las diferentes manifestaciones artísticas e intenta comprenderlas como una actividad inherente al desarrollo de toda sociedad humana en la cultura. Desde las neurociencias se intenta responder la pregunta de qué mecanismos neuronales están involucrados en nuestras experiencias estéticas y otras vinculadas, como los sentimientos de amor, asco, fascinación o miedo. El desafío es entender cómo interactúan estos dos mundos.




La revolución de la neurociencia

Como toda disciplina nueva, hasta que defina sus límites y consiga acomodarse a una identidad, la neurociencia deberá seguir explorando sus fines y sus fronteras. En principio, se trata de una rama del saber que investiga la estructura y la función química, farmacología, y la patología del sistema nervioso. También cómo los diferentes elementos del sistema nervioso interaccionan y dan origen a la conducta.
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Sin embargo, encarar este tipo de estudio requiere del auxilio de muchas disciplinas y abarca diversos niveles. De este modo, al cerebro y al sistema nervioso se lo puede estudiar desde el punto de vista de numerosas ciencias: La neurociencia interactúa con la neurobiología, la psiquiatría, la psicología, la neurología y hasta la antropología.

Es que su enfoque permite un nuevo modo de entender los procesos que se desarrollan en el cerebro y la conciencia. Esto provocó una verdadera revolución a finales del siglo pasado, con una gran cantidad de científicos abocados a aumentar los conocimientos sobre el tema.

En las últimas dos décadas las neurociencias no dejaron de crecer y su base teórica aumenta día a día, en parte potenciada por su tendencia al sincretismo interdisciplinar. Así, colaboran y reciben el aporte de disciplinas tan dispares como la neurobiología, la neuropsicología, la informática o las ciencias cognitivas. Del mismo modo que el jazz se nutre de otros ritmos para generar un nuevo género desde la fusión, como consecuencia de la interacción con otras áreas del saber aparecen flamantes áreas de investigación como la neuroantropología, el neuromarketing, la neuroeducación, la neuroética, la neuroeconomía o la neuropolítica, por nombrar algunas, que basan parte de su éxito en lo heterogéneo de la formación de los grupos de estudio.
El impacto de las neurociencias en el campo científico es de tal magnitud que ya está trascendiendo el área específica de la investigación académica, para saltar el muro e influir en la vida social de una manera práctica. En ese sentido, se puede mencionar la utilización cada vez más frecuente de las técnicas de imagen cerebral, o técnicas de neuroimagen, no sólo en el estudio de enfermedades, sino del hombre normal y sano, ya que son técnicas no invasivas que pueden aplicarse sin intervención cruenta alguna. 

El profesor universitario e investigador español Francisco Rubia, especialista en Fisiología del Sistema Nervioso, especifica:“En el sistema judicial, por ejemplo, se están aplicando cada vez más esas técnicas que van a sustituir pronto a los polígrafos detectores de mentiras del pasado, ya que la exactitud de sus resultados supera a los detectores tradicionales, con a esperanza de que pronto será imposible engañar a los jueces y fiscales.  El presidente de la Fundación MacArthur en Estados Unidos, Jonathan Fanton, dice que la neurociencia puede tener un impacto sobre el sistema legal tan dramático como los test de ADN. Esta fundación invirtió 10 millones de dólares en el año 2007 en varias universidades para entender cómo la neurotecnología tenía un impacto sobre los sistemas legales en todo el mundo” (1). 


La neuroestética

En este contexto de búsqueda, era cuestión de tiempo que algunos neurocientíficos pusieran su mirada en el arte. Tanto en el proceso creativo como en lo que pasa con el espectador que se expone a la influencia de una obra.

No es para menos, el interés está allí, a la vista. El arte y la estética nos rodea. Desde el color de la ropa que usamos hasta la forma de la mesa sobre la que trabajamos siguen la lógica del arte. Aunque aparentemente no necesitamos la belleza o la percepción estética para sobrevivir, ésta inunda nuestra vida

Si no es necesario ¿Por qué está ahí? Esa pregunta no tiene todavía una respuesta que conforme a todos. Pero una de las principales características del artista y del científico es la de no escaparse de las preguntas difíciles.

Las técnicas no invasivas de estudio de la actividad cerebral, desde la década de los 50s permiten estudiar personas sanas en situaciones controladas y cómo se relacionan la apreciación y disfrute de la música, la pintura, la arquitectura, la escultura y la danza con la actividad de varias regiones del cerebro.

La percepción artística está relacionada con la actividad de la corteza cerebral, y en particular con una región denominada corteza prefrontal dorsolateral.

Entre los pioneros de esta rama de la ciencia y del arte se puede mencionar al neurocientífico Jean-Pierre Changeux quien estudia el tema desde 1988 y lo dejó por escrito en sus libros Raison et Plaisir (1994) y en The Physiology of Truth (2002). Allí ofrece un abordaje al dinamismo epigenético del proceso artístico y su arquitectura neuronal (2).  
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Desde su inicio a principios de la década de 2000, la neuroestética ha estado floreciendo como un campo de investigación independiente (Nadal y Skov, 2013). Su aparición ha sido principalmente impulsada por investigadores que se especializan en el estudio de la percepción visual y la cognición, y que muestran interés en las artes visuales. Este fuerte vínculo entre la neuroestética y la ciencia de la visión se refleja no solo en el hecho de que el término neuroestética fue acuñado por el reconocido investigador de la visión Semir Zeki (Zeki y Nash, 1999), sino también por revisiones recientes sobre neuroestética centradas principalmente en experiencias estéticas inducido por pinturas, patrones abstractos, paisajes, rostros, arquitectura, moda y objetos de diseño (Cinzia y Vittorio, 2009, Cela-Conde et al., 2011, Chatterjee, 2011, 2014, Nadal, 2013, Chatterjee y Vartanian, 2014). Los modelos actuales de experiencias estéticas y sus correlatos cerebrales giran en torno a la modalidad visual e incluyen moderadores de experiencias estéticas (contexto social, cultural y situacional, personalidad, experiencia, etc.) (Ramachandran y Hirstein, 1999, Chatterjee, 2004, Tinio, 2013; Nadal, 2014; Redies, 2015). Estos modelos no se ocupan exclusivamente del estudio de la belleza o la preferencia, aunque estos conceptos son de importancia histórica, pero incluyen una amplia gama de emociones, juicios y comportamientos estéticos (3).


La fusión de saberes

Queda establecido que de la interacción entre estos dos campos, el de la neurociencia y el arte, emergió una rama de las neurociencias que se ocupa del estudio de la percepción y la creatividad. Por estar todavía en desarrollo, aunque hay varios intentos de homogeneizar las investigaciones, el campo de estudio aún no está claramente delimitado.

El desafío es entender cómo interactúan estos dos mundos. De hecho, tanto los artistas como los científicos resuelven problemas y utilizan estrategias para descubrir representaciones de la naturaleza. Por más que en muchos casos se miren con desconfianza, son habituales las interacciones entre las dos áreas. En 1998 el neurólogo Semir Zeki llegó a afirmar que los artistas eran neurólogos estudiando la mente con técnicas únicas que alcanzaban conclusiones interesantes pero poco específicas sobre la organización del cerebro (4).

En un estudio publicado en la revista PlosOne (5) El equipo de Zeki le mostró a 21 voluntarios de distintas culturas y orígenes étnicos una serie de pinturas y piezas musicales que debían clasificar como hermosas, indiferentes o feas. Posteriormente se les presentaron esas mismas obras mientras eran sometidos a un escáner de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para medir la actividad en su cerebro.

Los resultados mostraron que la corteza orbitofrontal medial -una región en la parte delantera del cerebro integra el centro de placer y recompensa- se activaba más cuando los sujetos se exponían a aquello que habían clasificado previamente como hermosa, pero ninguna región del cerebro se activaba cuando se les presentaba una obra que habían calificado de fea. Además, ante lo que consideraban bello se liberaba dopamina, un neurotransmisor inherente a la percepción del placer. “Esto implica que la belleza realmente existe como un concepto abstracto en el cerebro”, concluyeron los investigadores.

No debería sorprender. Los mecanismos neuronales están involucrados en nuestras experiencias estéticas y otras vinculadas, como los sentimientos de amor, asco, fascinación o miedo. Y si bien el goce artístico tiene una indiscutible raíz cultural, existen mecanismos comunes que todos los cerebros humanos comparten ante la percepción de algo que los atrae estéticamente.

Algunas pistas: En 2007 los neurocientíficos italianos Cintia Di Dio, Emiliano Macaluso y Giacomo Rizzolatti estudiaron la reacción de un grupo de sujetos ante obras de arte clásicas originales y otras con la proporción modificada (se les mostraba una imagen de una escultura clásica y otras intervenidas con un editor digital de fotografías) El resultado fue que observar las proporciones canónicas de las obras de arte originales activaban las áreas mediadoras del placer más que las otras (6).

Nadie discute el valor subjetivo de la creatividad, pero sobre éste debe imponerse su contenido común -su obediencia a las normas cerebrales- para que pueda ser entendido y apreciado por todos. Claudicar ante la pura función química del arte no significa renunciar a su dimensión subjetiva. En ningún momento se ha dicho que la creatividad explote a partir de una simple respuesta galvánica, pero resulta ridículo pensar que sea un trasunto metafísico que surge de un corazón inspirado. Y probar esto no resulta difícil. Gracias a la técnica de la resonancia magnética nuclear, se aprecia la excitación de ciertas partes del córtex órbito-frontal ante la simple observación de varias obras de arte. Lo que sorprende es que el córtex se excita de modo diferente en función de nuestras preferencias, es decir, si la obra nos parece atractiva o no (Kawabata 2004, Vartanian 2004, Zeki 1994). El cerebro muestra así su querencia o afinidad fisiológica por una obra que lo ha fecundado emocionalmente, por una pieza de la que ha conseguido aprender algo.
A través de distintos estudios se han encontrado fundamentos neurobiológicos para nuestras preferencias por la forma (Regard 1988), la simetría (Etcoff 1999, Humphrey 1997), la orientación espacial (Grusser 1988, Levy 1988), la complejidad (Aitken 1974), incluso para el nivel de abstracción (Kettlewell 1992). Pero entre todos ellos destaca un hallazgo científico que resulta notable por sus repercusiones: la visión de una obra de arte excita ciertas partes del cerebro implicadas en el movimiento corporal (Kawabata 2004, Zeki 2003). Parece que el córtex motor se activa siempre que percibimos un estímulo con alto potencial emocional. Parece como si el cuerpo se preparase para ejecutar una acción tras ver una obra de arte. Lo que resulta fascinante es que se excitan unas áreas del córtex motor cuando nos gusta la obra de arte y otras cuando no. Es decir, que la acción motora que teóricamente tendría preparada el cuerpo sería totalmente diferente: acercarse o alejarse del objeto visualizado.
Por último, cabe citar otro tipo de trabajos que también apoyan la teoría neurobiológica del arte. Se ha demostrado que ciertos individuos, tras sufrir lesiones en áreas definidas del córtex, cambian por completo sus preferencias estéticas (Andreasen 1987, Miller 1996 y 1998). Estos pacientes experimentan una especie de liberación artística, pues se rompen involuntariamente las ataduras biológicas que condicionaban sus gustos. (7)

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Esto permitió inferir a los investigadores que aunque la subjetividad, la influencia cultural y el gusto personal forman parte de la percepción de la belleza, es evidente que el proceso podría tener también una base neurobiológica. Para estos científicos no hay dudas de que existe una belleza objetiva y una subjetiva. De este modo, el  juicio subjetivo individual reacciona de una manera ante una obra de arte y activa las regiones del cerebro relativas a la experiencia emocional. Sin embargo, a la vez existe una activación cerebral objetiva ante elementos artísticos que obedecen a una descubierta proporción de la belleza creadora. De manera que, aunque la subjetividad y la decisión personal no son eliminadas del proceso de percepción de la belleza, es posible inferir que la misma tiene un sustrato biológico.

Es por eso que al apreciar una obra de arte puede ser que el observador se sienta atraído aún cuando no la comprende en absoluto. Es que tanto la creación como la percepción de la obra artística están gobernadas por el cerebro. El proceso se inicia en los sentidos: la vista, el tacto, el oído. Los estímulos y la información recolectada por el ojo o el oído viajan al córtex cerebral desandando un camino de amplificación fisiológico, pero sobre todo psicológico, en el que adquiere un valor crítico la experiencia vital del observador. Resulta un proceso muy complejo, aunque muchas veces sea casi instantáneo.

Por lo tanto, la percepción artística, así como el concepto de belleza puede ser buscado también en el cerebro. Si se lo encuentra, se estará más cerca de comprender por qué una obra de arte emociona y otra resulta indiferente.

El cánon


Se dio en llamar canon al concepto de un modelo o una proporción ideal al momento de considerar las obras de arte y literarias. Ya sea por su calidad, su originalidad, o por ciertos rasgos formales y temáticos, un cierto corpus de obras trascendieron a su tiempo y espacio sin perder vigencia ni valor. Estas pasaron a ser una suerte de vara de medida para el resto. No se hace aquí referencia al canon que señala las proporciones perfectas a la hora de representar la figura humana para cada cultura, aunque sea un concepto que va ligado. Más bien, se usará la idea de canon literario extrapolada a todas las artes.  

Este punto de partida es siempre polémico porque el concepto de canon siempre lo es. A lo largo de la historia cada cultura desarrolló el suyo desde que los antiguos egipcios impusieron una manera de dibujar los jeroglíficos.

El planteo es que aunque hay marcadas diferencias culturales para considerar algo con valor artístico, en diferentes tiempos y regiones geográficas, es además cierto que se registran un gran número de constantes para todos. Estas uniformidades serían un buen punto de partida para la confección de un canon basado en cuestiones que pueden medirse. El concepto puede parecer a primera vista restrictivo. Sin embargo, la idea no es la de establecer qué es valioso o no dentro del arte a partir de un modelo de activación neuronal. Pero sí sería nutritivo encontrar elementos de cohesión, que permitan entender por qué algunas obras funcionan de una u otra manera y cómo el cerebro de un creador determina su obra.


Las leyes de Ramachandran

El profesor doctor Vilayanur S. "Rama" Ramachandran es un neurólogo y neurocientífico indio especializado en la investigación en la neurología de la conducta y de la psicofísica. Actualmente es director del Center for Brain and Cognition, profesor en el departamento de psicología y del currículum de neurociencias en la Universidad de California, San Diego y profesor adjunto de biología en el Instituto Salk de Estudios Biológicos.

Al respecto, Ramachandran postula: “El noventa por ciento impulsado culturalmente es lo que la mayoría de la gente estudia; se conoce como historia del arte. Como científico, lo que me interesa es el diez por ciento que es universal, no las infinitas variantes impuestas por las culturas. (...) Hoy en día cualquier persona nos dirá que el arte no tiene nada que ver con el realismo. No se trata de crear una réplica de lo que hay fuera en el mundo. Puedo coger una cámara de cinco dólares, enfocarte y tomar una foto. Es muy realista, pero no me darías ni un céntimo por ella. En realidad el arte es justamente lo contrario. Es acerca de la hipérbole deliberada, de la exageración, de hecho incluso acerca de la distorsión, con el objeto de crear efectos placenteros en el cerebro. (...) Pero obviamente eso no puede ser todo. No puedes simplemente tomar una imagen y distorsionarlo aleatoriamente y llamarla arte. La distorsión debe responder a unas leyes. La cuestión, así se convierte en: Qué clases de distorsión son efectivas? ¿Cuáles son las leyes?” (8)
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El neurocientífico propone las siguientes “ocho leyes de la experiencia artística”:

1 - Efecto peak-shift: exagerar la esencia de una figura para hacerla más atractiva.
2 - Dar preponderancia a un único concepto para centrar la atención.
3 - Para que al ojo le resulte sencillo destacar ciertas figuras de su entorno, hay que ofrecérselas agrupadas en "unidades perceptuales" (gestalt).
4 - El contraste da más fuerza. Reforzar las discontinuidades. El sistema de la visión premia la extracción de contraste, puesto que estas regiones suelen ser áreas de gran riqueza de información.
5 - Se puede extraer más información de una imagen con un sentido escondido o implícito, que de una con un sentido explícito. Todo el sistema de la visión es el primer paso del que dispone el cerebro para resolver problemas.
6 - Un punto de vista único es sospechoso. El sistema de la visión favorece las interpretaciones visuales genéricas, mientras que aborrece las posiciones estratégicas fijas de los objetos o figuras.
7 - El empleo de metáforas visuales ayuda a descubrir similitudes escondidas entre entidades a primera vista totalmente diferentes.
8 - La simetría es una de las primeras características que busca el ojo.

Por supuesto, esta visión cientificista del arte no tiene una aceptación unánime, ni siquiera dentro de la comunidad científica. Las críticas señalan sobre todo la desproporción entre la estrechez de la teoría del arte de Ramachandran y la exagerada trascendencia que le atribuye, si bien admite que la propuso al principio “como un juego”. Desde el punto de vista artístico, se siente la falta de la acción metafísica de la obra de arte. No se hace referencia a cómo una pintura o una pieza musical pueden disparar una revelación,o un éxtasis estético que cambian la vida vida de una persona. Sobran los ejemplos de estos casos. Eso sigue siendo un hermoso misterio.

Lo cierto es que puede afirmarse que la naturaleza ha estimado que ciertas formas, proporciones, colores, resultan ventajosas desde el punto de vista biológico. Por alguna razón, se asignan valores evolutivos a esas formas, que luego quedan fijadas como conceptos en nuestro cerebro. Con esa base no es descabellado pensar en la formulación de un “canon sináptico” basado en estos gustos universales innatos.

Sin embargo, en el fondo la esencia no cambia. Ante la presencia de una obra de arte, al observador no le importará demasiado si lo que lo conmueve viene influido o hasta predeterminado por la cultura o la biología. Le da igual, simplemente se emociona.


Referencias:

1. Rubia, Francisco: La revolución neurocientífica. Conferencia impartida por el autor en el 43º Congreso de la European Brain and Behaviour Society en Sevilla, el 13 Septiembre de 2011. http://www.tendencias21.net/neurociencias/La-revolucion-neurocientifica_a23.html
2. Nalbantian, Suzanne (December 2008). «Neuroaesthetics: neuroscientific theory and illustration from the arts». Interdisciplinary Science Reviews 33 (4): 357-368. doi:10.1179/174327908X392906.
3. Martin, Manuela M. (7 de agosto de 2015). «Crossing boundaries: toward a general model of neuroaesthetics». Frontiers in Human Neuroscience.
4.Semir Zeki. “Art and the Brain”. Daedalus 127. No.2 p71-103, 1998
5.Toward A Brain-Based Theory of Beauty. Tomohiro Ishizu, Semir Zeki. In: Plos One July 6, 2011 (http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0021852)
6. Di Dio, Cintia, Macaluso, Emiliano y Rizzolatti, Giacomo. “The Golden Beauty: Brain Response to Classical Reinaissance Sculptures.” Plos One. Noviembre 2007. Issue 11. e1201, 2007.
7.Lopez, Rafael. Bases científicas de la creatividad. 2005. Versión online: http://www.pmfarma.com.mx/articulos/37-bases-cientificas-de-la-creatividad.html
8.Ramachandran, V.S., Los laberintos del cerebro, Barcelona, La liebre de marzo, 2008



Los Autores

La Licenciada en Artes Visuales Nancy Andrea Pavic se graduó en el Instituto Universitario Nacional de Arte IUNA, con la tesis “Moda-Arte y la Comunicación del Vacío”. Además es Profesora Nacional de Pintura graduada en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón”.

El licenciado Gustavo Masutti Llach es Investigador, conferencista internacional y escritor en neurociencias. Es Licenciado en Ciencias Sociales (UNQui), Técnico Superior en Periodismo (TEA) y Bibliotecario Profesional (ISFD Nº8 de La Plata).

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