Por
Patricia Arca Mena y Gustavo Masutti Llach
La creencia
religiosa favoreció algunas ventajas evolutivas a nuestra especie. Estimuló la
cohesión grupal y el altruísmo. Pero, ¿qué papel jugará la mística en el
futuro? Un “Homo Gestalt Místico” apoyado en la experiencia religiosa y mística
podría ser el siguiente paso en la evolución humana. La espiritualidad y la
vida en sociedad podrían resolver los problemas físicos y fisiológicos que
plantean el desarrollo del cerebro, la mente y la inteligencia humanas. Hay
firmes bases neurobiológicas, sociológicas y antropológicas que sostienen la
hipótesis.
En 1953 el
estadounidense Theodore Sturgeon escribió la novela de ciencia ficción: “Más
que humano”. El libro jugó con la idea del nacimiento de una nueva especie, el
Homo Gestaltiensis. Planteó una posible evolución de la humanidad en un ser
coral que es mucho más que la suma de sus partes. Si bien la historia estaba
plagada de fantasías, la idea de una evolución hacia un “hombre social o
múltiple” es muy atractiva.
Los Homo
Sapiens son una especie muy joven. Apenas tienen sobre la Tierra entre 1500 y
2000 siglos. Pero a diferencia de los animales, limitados a vivir en los
ambientes para los que sus genes se han adaptado, se reprodujeron y poblaron
hasta los lugares más inhóspitos de la Tierra, controlaron el fuego,
desarrollaron un lenguaje, modificaron el medio ambiente y hasta pisaron la
Luna. ¿Qué los hace diferentes? La respuesta está entre sus orejas: Consiguieron
sus ventajas evolutivas a partir del desarrollo de las interacciones sociales
entre ellos y de un creciente razonamiento abstracto.
Así, a un
oso polar le tomó 600 milenios obtener una capa de grasa y un pelaje que lo
preservara del frío del Norte. A un hombre le bastan unas horas para entender
cómo se caza y despelleja a un oso y se obtiene el mismo resultado.
Las
hipótesis sobre el futuro de la especie imaginan a un Ser Humano que evoluciona
desde lo físico, pero el verdadero salto fue intelectual, social y cultural. El
paso siguiente debería ser, una vez más, la evolución de su forma de pensar. El
problema es que existen límites físicos que impiden un crecimiento ilimitado
del cerebro y la sinapsis, y hay datos que podrían indicar que se está cerca de
la optimización.
Una salida
posible a este problema es que la mente humana sea capaz de ampliar sus límites
convirtiéndose en un superorganismo, como una colmena o un hormiguero. El
desafío es superar el individualismo. Así, la experiencia mística bien podría
ser una llave de entrada hacia el Homo Gestalt, por tratarse de un estado en el
que, entre sus características principales figura que el que la vive se ve envuelto
por una profunda sensación de unión con lo absoluto y pérdida del yo.
Por lo
tanto, la cuenta es simple: la “población religiosa”, que crece a un ritmo
exponencialmente mayor, heredará la Tierra. Esta tendencia evolutiva humana
hacia la espiritualidad y la religión son el caldo de cultivo para las
experiencias místicas, y con ellas la tan buscada (por ellos) pérdida del yo o
el ego. A esto hay que sumarle que las limitaciones físicas obturarían la
posibilidad de una optimización anatómica del funcionamiento del cerebro. De
este modo, la evolución podría abrirse paso para el lado de un superorganismo
más eficiente que la suma de las individualidades, favorecida esta vía por la
tendencia humana a socializar y evolucionar en grupo.
En ese
escenario, la posibilidad hipotética de una evolución hacia un Homo Gestalt
Místico ya no resulta sólo restringida a la fantaciencia.
Por la
Prof. Dra. Patricia Arca Mena y el Lic. Gustavo Masutti Llach.
Grupo
GICyT, Auckland, Nueva Zelanda.
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